jueves, 26 de marzo de 2015

#BlogsColaboradores I: Robo en la Galería Nacional, Capítulo 4 de 4: In Memoriam

La historia hasta ahora: uno, dos y tres.



     Sorpresa… —Dije con una mezcla entre desgana y desprecio, al tiempo que la silueta de mujer cerraba la puerta tras ella.

Efectivamente, su primer gesto fue de sorpresa. Y así quiso atestiguarlo.

     ¿Quién… quién es usted? ¿Cómo ha entrado aquí? ¿Qué quiere de mí? —Su voz sonaba casi convincente.
     ¿En serio quieres que te conteste a esas preguntas? —Esbocé una leve sonrisa en mi boca.
     Sí… sin duda… Voy a llamar a la policía… —Hizo el ademán de acercarse al teléfono.
     Me gustaría ver como lo haces…
     Pues no me quite ojo y lo verá… —Descolgó el aparato, sin demasiada urgencia.
     Eso sí que tendría gracia… papá…

Para un observador ajeno la cara de mi contertulia no habría variado, pero yo sí pude ver esa mirada, una mirada que llevaba grabada a sangre en mi memoria.

     ¿Perdón? A lo mejor no se ha dado cuenta de que soy una mujer. —Espetó, mientras trataba de recomponerse.
     ¿Ya no tienes interés en llamar a la policía?

Dudó unos segundos, aunque fue más por hacer teatro que otra cosa. Se sentó sobre la cama en silencio. Ambos permanecimos así unos instantes.

     Tenía entendido que su padre había fallecido… —Fue ella… él, el que tuvo que romper el silencio.
     ¿Muerto? ¿En serio quieres seguir jugando a esto? ¿De verdad crees que me puedes engañar con las operaciones? ¿Qué puedo haber olvidado esa mirada tuya?
      ¿Es eso lo que me ha delatado? ¿Mi mirada? —Preguntó, aceptando mi premisa.
     No, en realidad lo hiciste cuando robaste Las Hilanderas. Aunque el director de la Galería sí que piensa que estás muerto. La segunda pista fue el nombre que diste para la lista de invitados. Pensaba que no serías tan tonto, sabiendo que yo trabajo en esta ciudad, como para seguir usando esos alias. Mezclando nombres musicales con apellidos pictóricos. Barbara Ann Gogh… La verdad es que en un principio me hizo gracia. ¿Querías que te pillara? ¿O querías insultar mi inteligencia?
     Ninguna de las dos. No creía que fueras a estar involucrado.
     Bueno… Ha sido la única vez que ser hijo tuyo me ha servido de algo. —Traté de imprimir todo el asco que pude en esa frase.
     Te di una educación, en una de las mejores universidades del país, para que pudieras tener un trabajo digno. —El trató de imprimir indignación, pero no lo logró.
     ¿Un trabajo digno? Tú lo que querías era un cómplice.
     Vivirías mejor de lo que lo haces ahora. Siendo un detective de tres al cuarto. Conmigo vivirías lleno de lujos. Y haciendo lo que más te gusta, pintar.
     ¿Contigo? ¿En serio crees que iría contigo a un lugar que no fuera la puerta de la cárcel? Y si soy un detective privado también te lo debo a ti.
     ¿Me vas a culpar a mí de que te tiraran de tus dos trabajos anteriores?
     Sí. Si sabes tanto de mí como parece sabrás los motivos. —Me miró como esperando a que se los contara, y lo hice— En ambos me mandaron al carajo por, según ellos, uso desproporcionado de la fuerza. En el ejército por defender el honor de una cabo, que fue maltratada por un sargento en repetidas ocasiones. En mi periplo en la policía lo hicieron por que tuve la idea de devolverle, golpe por golpe, a un bastardo que maltrataba a su esposa. Y sí, papá, eso es gracias a ti. ¿Acaso crees que no recuerdo lo que le pasó a mamá?
     Eso fue un accidente… —Trató de argumentar.
     ¿Un accidente? ¿Cada vez que le pegabas era un accidente? Tenía cuatro años, papá, pero recuerdo perfectamente cada vez que le hacías daño. Incluso aquel día en que se tambaleó como pudo, tratando de huir de ti, y se cayó por las escaleras. Todavía sueño con ese momento, pensando si yo podría haber hecho algo, pero, ¿qué iba a hacer? Sólo era un niño, por el amor de Dios… Pero cuando crecí decidí que haría lo que estuviera en mi mano para detener a gente como tú. Por eso me preparé en el ejército y luego en la policía. Aunque mi temperamento me pudo en esas dos ocasiones en las que quise tomarme la justicia por mi mano.

Hubo otros instantes de silencio.

     ¿Qué pasa? ¿Te has quedado sin palabras? ¿No se te ocurre nada ingenioso que soltar ahora?
     No puedes probar nada de lo que has dicho.
     No. No puedo. Pero sí puedo hacer que te encierren por los robos de la Galería, y por unas decenas de ellos más. —Me miró sorprendido— Ah, sí… He encontrado el almacén donde los habías guardado.
     ¿Me vas a vender?
     No te pongas melodramático. No te pega, como no te pegan todos esos cambios que te has hecho. Espero que no hayas pagado mucho por las operaciones. Por cierto, ¿por qué el cambio de sexo? ¿Robaste a alguien que no debías? —Asintió con la cabeza— ¿En serio? ¿Tú? ¿El gran Christopher Tucker se equivocó en un golpe? A lo mejor debía llamar a esa gente en lugar de a la policía.
     No serías capaz… —Su frase sonó a súplica.
     No me quites ojo y verás… —Dije mientras marcaba en mi móvil— Con el teniente Wilson, por favor. De parte de Frank Tucker, tengo un regalito para él. A la persona que ha robado en la Galería Nacional. Sí, le espero en la habitación 4022 del hotel Sheridan.

Mi padre me miraba con agradecimiento por haber llamado a la policía después de todo. Me acerque a él para esposarle y tuve la tentación de darle unos cuantos golpes. Me contuve. Yo ya no era aquel tipo que lo arreglaba todo a golpes. No lo era porque aquel tipo se parecía mucho a mi padre, y yo odiaba a mi padre. Me serví una copa mientras esperaba a mi amigo el teniente.

     Va por ti, mamá. —Susurré alzando el vaso.


jueves, 19 de marzo de 2015

#BlogsColaboradores I: Robo en la Galería Nacional, Capítulo 3 de 4: Rememorando Tiempos Pasados

Aquí tenéis los capítulos uno y dos



Al aceptar el caso decidí portarme bien unos días. Nada de trasnochar, ni de dar rienda suelta a los placeres de lo humano y lo divino. Me jugaba mucho con aquel encargo. Claro que más se jugaban los de la Galería Nacional, si algo salía mal era a ellos a los que iban a pedir  explicaciones.

He de reconocer que mi plan era un poco alocado. Así me lo hizo saber también el director Martin.

     ¿Cómo que no hay que mejorar el sistema de seguridad? —Preguntó lleno de angustia.
     Para nada.
     Pero… Pero… ¿Y si nos roban?
     Bueno, espero que así sea… —Dije con una gran sonrisa en mi boca.

El director Martin me miró lleno de incredulidad. Por un momento temí que no me contratara, pero lo hizo. Antes de marcharme de allí le pedí que me hiciera llegar una lista, con todos los invitados a la inauguración, lo antes posible.

Una vez en mi casa comencé a pintar. Otros lo llamarían falsificar, pero yo no. Yo lo hacía por una buena causa.  Así que era pintar. Me puse manos a la obra con un Degas, un Monet y un Morisot. Tres de los cuadros más importantes que iban a acoger en la exposición.

Al tiempo que iba pintando iba disfrutando como hacía tiempo que no lo hacía. Casi me sentí rejuvenecer hasta los tiempos de la facultad. Cuando pintaba no pensaba en nada, ni en nadie. Me limitaba a dejar que el pincel hiciera brotar mis sentimientos, mis fobias, mis temores más profundos. Recuerdo que, en aquella época, podía pasar horas y horas sin parar de pintar. Y me congratulaba de volver a sentir esa libertad, ese éxtasis de la creación. Aunque en este caso fuera creando copias.

Apenas escuché el timbre de la puerta, de tan absorto que estaba.

     Hola Frank. —Era la bella Alisson.
     ¿Qué tal? ¿Llevabas mucho llamando?
     No, tranquilo, sólo un par de veces. —Sonrió.
     ¿Quieres pasar?
     Me gustaría, pero tengo prisa. Mi jefe me ha dicho que te traiga esto.

Me entregó un sobre y dentro estaba la lista con todos los invitados al gran día. Le di las gracias y nos despedimos. En la lista estaban lo mejor de cada casa. Políticos, banqueros, empresarios, embajadores. Una larga lista de nombres. Demasiados para investigarlos a todos. Busqué alguno de los alias conocidos por los  posibles ladrones, incluido mi padre. Había algún nombre curioso, sin duda, pero no por ello tenían que indicar que eran ladrones de guante blanco. Uno de ellos me hizo sonreír más que los demás, Bárbara Ann Gogh. Guarde la lista en el sobre y continué pintando. Debía acabarlos y envejecerlos para el siguiente fin de semana.

Para la inauguración estaba todo listo. Mi idea era intentar que robara un cuadro en concreto. Había hechos dos falsificaciones buenas, pero que cualquier ladrón habría detectado, y una tercera que (modestia aparte) no habría sido capaz de señalar ni el propio autor como falsa.

Los cuadros llevaban unos días colgados en sus lugares preferentes. Yo esperaba que el ladrón actuara antes de la gran fecha. Que de algún modo se pasara por la galería, eligiera el cebo y picara. Pero no lo sabría hasta ese día. No sabía si saldría el plan como yo quería, o si les daría por robar otra obra, o ninguna.

Me pasé la tarde de la inauguración para comprobar que todo estaba como debía. Revisé todos y cada uno de los cuadros que tenían expuestos, fueran de la colección impresionista o no. Una vez terminado el concienzudo recorrido me fui a informar al señor Martin y me disculpé por no quedarme para el espectáculo. Lo que no le dije era que le habían robado mi cuadro y lo habían sustituido por otra falsificación.

Volví a mi casa y volví a mirar la lista. Hice unas cuantas llamadas a los mejores hoteles de la ciudad hasta que di con el que me interesaba. Me apresuré para llegar al hotel antes que  la persona de la que yo sospechaba. Me escabullí de los recepcionistas y subí hasta la cuarta planta. Busqué algún carro de limpieza, en ellos solía haber siempre una llave maestra. No tuve suerte, así que subí un par de plantas hasta que di con uno en la séptima. Regresé a la cuarta y busqué la habitación 4022. Abrí con cuidado y empuñando mi pistola. No había nadie, así que me acomodé y esperé hasta que apareció.

Cuando se abrió la puerta vi, desde la penumbra de mi asiento, la silueta de una mujer dibujarse. 


(Foto cortesñia de Diego Escolano)

Continuará...

domingo, 15 de marzo de 2015

#TeRoboUnaFrase (IX): La Figura Encapuchada

Para todos los que estéis interesados en jugar en el mes de abril, podéis encontrar la frase que obtuvo más votos y, por consiguiente, con la que participaremos en la próxima entrega, al final del texto, así como la fecha y unas cuantas frases para que votéis por la que más os guste para mayo.

Os recuerdo que podéis dejar propuestas de frases en los comentarios. También voy a copiar el código de InLinkz al final de mi entrada por si a alguien le da algún problema.

La frase con la que jugamos en el Te Robo esta vez es la siguiente: 

No espero ni pido que alguien crea en el extraño aunque simple relato que me dispongo a escribir. Loco estaría si lo esperara, cuando mis sentidos rechazan su propia evidencia. Pero no estoy loco y sé muy bien que esto no es un sueño. - De Edgar Allan Poe, El Gato Negro.


No espero ni pido que alguien crea en el extraño aunque simple relato que me dispongo a escribir. Loco estaría si lo esperara, cuando mis sentidos rechazan su propia evidencia. Pero no estoy loco y sé muy bien que esto no es un sueño. Ojalá lo fuera…

Todo empezó hace ocho meses y veintitrés días. Andaba yo deambulando por la calle, sin rumbo fijo, maldiciendo mi suerte, nada que no hubiera hecho cientos de veces antes de aquel jueves…

Al girar una esquina el destino quiso que me tropezara con una extraña figura. Su rostro estaba embutido en una capucha, aunque se adivinaban unos ojos verdes engatusadores.

     Lo siento. —Me disculpé.
     No tiene importancia. —Una sonrisa se dibujó en el interior de la capucha. La voz te atrapaba como una tela de araña.

Ambos continuamos nuestros respectivos caminos sin mediar ninguna palabra más. Con el paso de los metros iba creciendo en mí una extraña sensación. Un escalofrío recorrió mi espalda, al tiempo que unos sudores gélidos hacían acto de presencia. Esto era extraño, ya que estábamos  en pleno verano y con una de las mayores olas de calor de los últimos cuarenta años.

Como soy un gallina, a la par que supersticioso, aceleré mi caminata tanto como mi resuello era capaz, lo cual no era mucho. En cuanto llegué a casa cerré con llave y pasé la cadena de seguridad. No salí a la calle en tres días.

Cuando por fin me decidí a que la luz del sol me volviera a deleitar con su presencia en mi cuerpo, volvió a suceder. En esa misma esquina volví a tropezar con la misma figura, era lo que los finolis denominarían un déjà vu, y para los tipos como yo era una coincidencia. Incluso repetimos el mismo diálogo.

     Lo siento. —Me disculpé.
     No tiene importancia. —Una sonrisa se dibujó en el interior de la capucha. La voz te atrapaba como una tela de araña.

La misma sensación volvió a estremecerme. Y yo, por no variar la rutina, volvía a acelerar el paso hasta mi casa. Una vez hube cerrado con tanto ahínco como se encerraría a un asesino psicópata, hallé en mi bolsillo una especie de tarjeta de visita. En ella sólo aparecía un número de teléfono y una palabra escrita: llámame. Si tuviera que describir aquel pedacito de cartulina lo creerían del todo inverosímil, pero yo la recuerdo perfectamente. Estaba escrito en negro sobre negro. Casi la puedo visualizar aún, en mis sueños más angustiosos.

Todo en mi me pedía a gritos que la destruyera. Que hiciera caso omiso. Incluso que huyera de aquella casa, de aquella ciudad. Pero no lo hice. Sigo sin saber el motivo, pero no lo hice. Al contrario. No sé muy bien de dónde saqué las fuerzas, pero llamé a aquel maldito número, aquel maldito día de verano.

La voz que contestó seguía siendo adictiva. Demasiado adictiva. Era imposible resistirse a ella. Así que sucumbí a sus encantos.

Comenzamos a vernos de forma regular. Al principio una vez cada semana. Pero la dosis enseguida se me hizo pequeña. Y comencé a aumentarla. Dos veces por semana. Tres. Seis… Al final no podía vivir sin escuchar su voz. Sin sentir su presencia. A pesar de cuando no estaba con ella notaba como si me hubieran extraído parte de mi ser, de mi esencia, de mi alma… A pesar de que cuando estaba lejos de ella mi cabeza me decía que no volviera a ella. Que me olvidara. Pero el síndrome de abstinencia era más fuerte que mi fuerza de voluntad. Ella dominaba cada aspecto de mi vida, y lo sabía. Y eso parecía hacerla feliz. Curiosamente, a mí también, aunque sospecho que era parte de la adicción. Quizá estaba pasando por eso que denominan: el síndrome de Estocolmo. Quizá aún este bajo ese embrujo.

No, no hace falta el quizá, aún lo estoy. De no ser así no habría comenzado a frecuentar, con ella, esta secta en la que ahora me veo atrapado. De la que no voy a escapar. Y lo que es peor, de la que no quiero escapar.

     Raimundo Robles Figuerola, ¿acepta a esta mujer como su legítima esposa…?

El matrimonio…



+++++++

La próxima entrega será desde las 0:00 del lunes 20 de abril hasta las 23:59 del viernes 24. La frase propuesta es la siguiente:

"Logré ver el brillo de mis ojos al maquillarme frente al espejo, ahora entendía cuando decían que una mujer después de hacer el amor lucía radiante." de UN NUEVO AMANECER, de Karina Delprato.

+++++++

<!-- start InLinkz script -->

<script type="text/javascript">
document.write('<scr' + 'ipt type="text/javascript" src="//www.inlinkz.com/cs.php?id=506273&' + new Date().getTime() + '"><\/script>');
</script>

<!-- end InLinkz script -->


 +++++++

Las frases que os propongo (en realidad las propuso el bueno de Ricardo) para elegir son las siguientes:



1.- "Cuando vieron la expresión, primero confundida, luego aliviada, de mi cara, se echaron a reír. " de MOLOBO, de Vidal FS.


2.- "Fue entonces cuando la culebra, apareciendo de improviso desde quién sabe dónde, le inyectó su veneno en la muñeca dejándole dos claros orificios amoratados.", de Entremundos, de Lg Morgan.

3.- "Muertes y desapariciones inexplicables convertían el sitio en un lugar poco apetecible. Decian las malas lenguas que en días lluviosos aquella tierra oscura no llegaba a mojarse, y que los pájaros no sobrevolaban su cielo, dando un rodeo para evitar pasar cerca." de EXTENUACIÓN, de Irene Comendador.


4.- "Entró tambaleante. No estaba seguro de si realmente había bebido tanto como para hallarse tan mareado. Richard se agarró al pasamanos de la escalera y miró hacia arriba. Definitivamente no llegaría allí de no ser a gatas." de EQUILIBRIO, de Karol Scandiu.



get the InLinkz code