domingo, 18 de enero de 2015

#TeRoboUnaFrase (VII) (+ #150Palabras: sentido baja y nativo): Caso 34: Misterioso Asesinato en Oxburg

Para todos los que estéis interesados en jugar en el mes de febrero, podéis encontrar la frase con la que participaremos al final del texto, así como la fecha y unas cuantas frases para que votéis por la que más os guste para marzo. Hubo un triple empate (a un voto) entre las frases que os propuse, así que he tenido que deshacer el empate yo.
Os recuerdo que podéis dejar propuestas de frases en los comentarios. También voy a copiar el código de InLinkz al final de mi entrada por si a alguien le da algún problema.
En esta ocasión he unido los dos juegos en los que suelo participar, en un solo texto.
Las palabras del 150 son: sentido, baja y nativo
La frase con la que jugamos en el Te Robo esta vez es la siguiente:
Nadie respondió. El viento suspiraba entre los árboles, haciéndoles emitir susurros misteriosos. A la sombra oscilante de los olmos que se alzaban del otro lado del muro podía ver la lápida de Hubert Marsten. —De Stephen King, sacada de la novela: El misterio de Salem’s Lot.



Llevaba unos minutos escuchando sonidos tras de mí. Sin embargo cuando me giraba no había nadie a la vista. Hice lo que, a la vista de los resultados en las películas de miedo, no hay que hacer nunca.

     ¿Hola? ¿Hay alguien ahí?

Nadie respondió. El viento suspiraba entre los árboles, haciéndoles emitir susurros misteriosos. A la sombra oscilante de los olmos que se alzaban del otro lado del muro podía ver la lápida de Hubert Marsten. Di por sentado que era el dichoso viento, siempre solía ser él. Continué caminando hasta estar a los pies de la tumba de Marsten.

Permanecí unos instantes en silencio, comprobando lo curiosos que pueden ser los caminos que te traza la vida. Podría decir inescrutables, en lugar de curiosos, pero no me ha gustado nunca ser tan rebuscado. Lo cierto era que hasta una semana antes no había escuchado el nombre de Hubert Marsten.

Llevaba unos cuantos días sin tener un caso remunerado, más de los aconsejables cuando a uno le gusta comer a diario. Estaba repasando los diarios de la ciudad y de varias zonas colindantes en busca de algo que me pudiera poner en marcha. Necesitaba salir de la oficina, aunque fuera para  resolver algún misterio por amor al arte.

Tardó en aparecer, pero por fin encontré una que me llamó la atención. Había aparecido el cadáver de una joven degollada, en su apartamento. No había signos de que hubieran forzado ninguno de los posibles puntos de entrada. Incluso la alarma seguía conectada cuando una amiga suya la encontró tras varios días desaparecida. Ese sentido extra que te da la experiencia me dijo que este podía ser uno de mis casos. Yo asentí sin dudarlo.

Me desplacé hasta la localidad de Oxburg esa misma mañana para empezar con mis pesquisas, gratuitas, lo antes posible. Lo primero que hice fue ir al apartamento de la víctima.

     Entonces ¿es usted familiar de la fallecida? —Preguntó el portero del edificio.
     No, ya le he dicho que soy amigo de la familia.

El me miraba receloso, pero un par de billetes de 20 hicieron que me ganara su confianza. Me abrió la puerta y yo le dije que podía dejarme a solas. Se marchó con otro billete más, este de 10 y con mi promesa de que cerraría al salir.

Una vez solo en el apartamento comencé a buscar alguna pista. No las típicas, huellas dactilares, restos de carmín en una copa, o manchas de pisadas en el suelo. Eso ya lo habría hecho la policía. Yo buscaba otro tipo de indicios. Como azufre, residuos de ectoplasma, o ese olor tan característico a incienso que dejan los ángeles cuando tienen a bien hacer una visita. Me centraba en estos tres grupos de no vivos (ángeles, demonios o espíritus)  en concreto porque eran los únicos que podían entrar y salir sin necesidad de abrir ninguna puerta o ventana. No parecía que hubiera resto alguno. Esto me frustró un poco, a lo mejor no era nada de mi incumbencia. De todos modos no desistí, tampoco tenía muchas cosas mejores que hacer.

Comencé una ronda de llamadas a los jefes de los clanes, hermandades, gremios, sociedades, etc… que estaban al cargo de los grupos de los no vivos. Quería saber si alguno de sus miembros tenía su área de acción en el barrio de la víctima y si este acto era obra de ellos. Todos las asociaciones de las sombras tenían un cupo mensual del que no se podían salir, era el convenio al que llegaron ellos y los del Senado del Sistema para poder convivir en paz. Y ellos eran los primeros interesados en que ninguno de sus afiliados se saltara las normas.

     … Pues eras mi última esperanza… —Dije con la moral algo baja.
     Lo siento mucho Ray, pero ninguno de mis demonios ha estado por ahí en los últimos ciento cincuenta años. —Contestó Crowley, el Secretario General de los Demonios y las Fuerzas del Averno.

A pesar de la falta de evidencias, algo me decía que no estaba equivocado. Así que me decidí a tirar de hemeroteca. Fui a la biblioteca municipal y comencé a indagar en las muertes misteriosas del pueblo. Tardé un poco en ver el patrón, pero sí que lo había. En el último siglo hubo trece muertes similares, incluida  la que me había traído a Oxburg. No en el mismo edificio, eso habría sido raro hasta para la policía o los vecinos. Habrían comenzado a denominar a la casa como maldita o encantada, y habría hecho más fácil mi trabajo también, sin duda. El denominador común era que todas las muertes sucedieron en inmuebles que habían sido propiedad de Hubert Marsten, o en edificios que habían sido construidos en tierras del susodicho. Otro dato que se repetía era el número de muertes, tres, y la cadencia, cada quince años. Por lo tanto tenía que darme prisa antes de que muriera alguien más, y antes de que lo que fuera desapareciera por década y media. Y por último, las tres primeras muerte fueron la de Marsten, su mujer y su hija.

Lo que no estaba claro era cuál había sido el desencadenante. Y esto era importante, ya que me podía llevar al culpable. Un culpable que cada vez tenía más pinta de espíritu vengativo o enfadado. Podía ser cosa el mismo Hubert Marsten, de hecho fue el principal sospechoso de haber matado a su familia y después haberse suicidado. Aunque era un buen palo de ciego decidí no descartarlo. Y ese era el motivo por el cual me encontraba frente a su lápida. Pensaba exhumar su cadáver y aplicarle un rito que aprendí de un nativo de una de las tribus indígenas del país, consistente en espolvorear los restos del espíritu sospechoso con sal de roca y prenderles fuego. Con ello se conseguía que se desvincularan del mundo de los vivos y pudieran seguir su camino.

Tras un buen rato cavando, llegue hasta el ataúd en cuestión. Al abrirlo me llevé dos sorpresas. La primera era que no estaban los restos que esperaba, la segunda que en el interior había unas iniciales: TEL. La frustración comenzó a apoderarse de mí. Daba un paso y perdía dos. Antes de que la frustración tomara las riendas de mis decisiones escuché un ruido. Provenía de mi derecha. Con mi escopeta cargada con cartuchos de sal me dirigí hacia el ruido. Unas cuantas tumbas más allá volví a ver las iniciales escritas con barro. El ruido seguía delante de mí. Conforme avanzaba seguía viendo las dichosas letras escritas en lápidas. Por fin vi una silueta, antes de disparar desapareció, pero tuve el tiempo suficiente para reconocer el rostro, era el dueño de la tumba que había profanado… O que había intentado profanar, ya que él no estaba dentro.

En mi camino de vuelta al pueblo comencé a tratar de ordenar mis pensamientos. Ya no tenía tan claro que Hubert fuera el culpable de las muertes. Aunque estaba claro que su espíritu estaba vagando por aquí, su insistencia en escribir esas tres letras, y el desasosiego que desprendía su rostro me hacían inclinarme hacia su inocencia. Lo que parecía claro era que esas iniciales eran importantes, así que esa sería mi siguiente línea de investigación.

Una vez en el hotel pedí que me llenaran un termo con café y compré una botella de whisky, mis fieles compañeros en las noches de investigación. Al salir del ascensor vi, al final del pasillo, la silueta de una niña. No aparentaba tener más de diez años. Parecía perdida, temerosa, incluso daba la sensación de que lloriqueaba. Iba vestida completamente de blanco y su pelo, cobrizo, no dejaba apenas ver su rostro.

     ¿Te ocurre algo, pequeña? —Pregunté.
     He sido una niña mala, muy mala… —Dijo entre llantos.
     ¿Qué ha pasado? ¿Te puedo ayudar? ¿Dónde están tus padres?

Entonces me miró por primera vez. Era el rostro de la muerte. Antes de que pudiera reaccionar se abalanzó sobre mí con un cuchillo en su pequeña mano. La pude esquivar a duras penas y entre en mi habitación. Antes de que pudiera  proteger la entrada atravesó la pared y volvió a atacarme. Pude esquivarla de nuevo de un salto, con la misma inercia cogí una barra de hierro de mi bolsa de viaje y le aticé con ella. Huyó. Corrí a echar sal por todo el contorno de la habitación, por la puerta y por el alféizar de las ventanas. El hierro y la sal, eran los dos grandes enemigos de los espíritus. Mientras acababa con la última ventana comenzaron a dibujarse las iniciales TEL en ella.

Una vez asegurada la habitación comencé a indagar sobre dichas iniciales. Intuía que podía ser un nombre. Pero no era el nombre de ninguna de las víctimas. Busqué, por internet, en el registro los habitantes del pueblo cuando ocurrieron las primeras muertes. Nada. Parecía un callejón sin salida. El único nombre parecido, con dos de las tres letras, era el de la hija de Marsten: Teresa Eleanor Marsten. De repente el cabo pareció querer atarse el solo. La pequeña Teresa tenía nueve años cuando murió, de una puñalada en el corazón. Era la única de todas las víctimas que no había muerto degollada. Busqué su partida de nacimiento, pero no podía encontrarla. La ele… La ele debía ser la clave… Realicé una búsqueda de niñas nacidas en el mismo año que la de los Marsten, y allí apareció: Teresa Eleanor Livingstone. Ese era su nombre cuando nació, lo único que hicieron sus padres adoptivos fue cambiarle el apellido.

Me marche apresuradamente de nuevo al cementerio. Quería llegar antes de que amaneciera, para lo cual faltaban unas tres horas. La tumba de la pequeña Teresa estaba junto a la de sus padres adoptivos. Me faltaban poco más de cuatro paladas para llegar al féretro cuando noté su presencia, estaba claro que el pequeño espíritu no quería darse por vencido. Me giré lo más rápido que pude pero no fue suficiente, me dio un revés que me dejó bastante aturdido, casi al borde del desmayo. La vista se me nublaba, aunque veía a la pequeña silueta acecharme, cuchillo en mano. Yo estaba dentro del agujero y no me veía con fuerzas para salir de él, parecía que iba a salirse con la suya después de todo.

     ¡Teresa Eleanor! ¡Deja ese cuchillo ahora mismo! —Sonó una voz como un cañón.
     Pero, papá… Estoy jugando… —Dijo ella con ese tono sollozante.
     ¡Que lo dejes te he dicho!

Marsten aprovechó el desconcierto para agarrar a la pequeña y desarmarla. Me miró pidiéndome que continuara con mi trabajo. Lo hice sin dudar ni un instante, todavía estaba un poco mareado, pero debía sacar fuerzas antes de que Teresa se pudiera deshacer de su padre. Llegué al ataúd, lo abrí y allí estaban los restos de la muchacha. Rápidamente los espolvoreé con la sal, los rocié con un poco de gasolina y lancé una bengala para que prendieran. La chiquilla comenzó a gritar, como si de verdad le estuvieran quemando. Conforme se consumieron sus huesos hizo lo propio ella, hasta que se desvaneció. Sólo quedamos el espíritu de Hubert y yo.

     Gracias. —Le dije.
     A usted —Contestó con una sonrisa.

Con la misma sonrisa se desvaneció el también. Parecía aliviado. Ya no había nada que lo retuviera aquí. Ya daba igual que todo el mundo hubiera pensado que había sido él quien había asesinado a su familia. Que no le hubieran enterrado como era debido, por ese mismo motivo. Ya podía descansar en paz, sabiendo que el demonio que habían adoptado no haría daño a nadie más. Yo me marché al hotel, a dar buena cuenta de la botella de whisky que había comprado unas horas antes. No iba a cobrar por este trabajo, de hecho nadie sabría que había hecho ningún trabajo, solo Hubert Marsten y yo. Pero yo me podría ir a dormir con esa sensación del deber cumplido.


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La próxima entrega será desde las 0:00 del lunes 16 de febrero hasta las 23:59 del viernes 20. La frase propuesta es la siguiente: Cuando llegamos a la planta baja me dije que era el momento de intentar escaparme. En el sótano sería demasiado tarde. —Cornell Woolrich —Del relato: A través del ojo de un muerto.

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Las frases que os propongo para elegir son las siguientes:

1ª.- —Soy feliz —dijo— porque sólo ahora sé con seguridad dónde está cuando no está en la casa. - De Gabriel García Márquez "El amor en tiempos de cólera" (Propuesta por Kary)

2ª.- La primera vez que le eché la vista encima, en el interior de un Rolls-Royce Silver Wraith, junto a la terraza de The Dancers, Terry Lennox estaba borracho. - De Raymond Chandler, El Largo Adiós.

3ª.- Tom echó una mirada por encima del hombro y vio que el individuo salía del Green Cage y se dirigía hacia donde él estaba. Tom apretó el paso. No había duda de que el hombre le estaba siguiendo. - De Patricia Highsmith, El talento de Mr. Ripley.

4ª.- No espero ni pido que alguien crea en el extraño aunque simple relato que me dispongo a escribir. Loco estaría si lo esperara, cuando mis sentidos rechazan su propia evidencia. Pero no estoy loco y se muy bien que esto no es un sueño. - De Edgar Allan Poe, El Gato Negro.

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domingo, 11 de enero de 2015

#150Palabras (Instante, Mismo, Personas): Multitud


Se encontraba en medio de una multitud. Decenas y decenas de personas le rodeaban, sin embargo sentía como la soledad más atronadora recorría todo su ser.

Esa parecía haber sido la constante en su vida adulta. No había sido capaz de retener amistades, ni mucho menos parejas, a su lado. No sabía si era culpa suya, aunque lo podía sospechar, no todo el mundo podía estar equivocado. O en su contra. Eso sería pecar de prepotente. O de paranoico.

Nada de eso importaba ya. Tenía la decisión tomada. En cuanto acabará de desayunar y de leer el diario daría el paso, o mejor dicho, el salto. Nada le ataba ya a este mundo. A esta vida, que había sido muy miserable con él.

     ¿Has acabado ya con el periódico? —Dijo una melodiosa voz a su derecha.

Él se giró, y la miró. Su vida cambió en ese mismo instante.

     ¿Te he asustado? Perdona. —Sonrió.

No contestó. No al menos con palabras. Hubo unos instantes de conversación sin hablar. Y a esos instantes le siguió una vida conjunta.



miércoles, 7 de enero de 2015

Te Robo Una Frase, Jornada 7




Quería recordaros que se acerca la fecha de la siguiente jornada de “Te Robo Una Frase”. Comenzará a las 0:00 del lunes 19 de enero, y  finalizaremos a las 23:59 del viernes 23 de enero.
La frase con la que jugaremos es la siguiente: 
Nadie respondió. El viento suspiraba entre los árboles, haciéndoles emitir susurros misteriosos. A la sombra oscilante de los olmos que se alzaban del otro lado del muro podía ver la lápida de Hubert Marsten. —De Stephen King, sacada de la novela: El misterio de Salem’s Lot.
SI queréis refrescar la memoria sobre cómo se juega y sobre el tema de los links, de InLinkz y demás podéis hacerlo en esta entrada.
Espero que os sigáis animando los que ya habéis participado alguna vez y que los que no lo hagáis en esta ocasión. Recordaros que podéis sugerir frases para siguientes jornadas a través de los comentarios de este blog.
¡Nos vemos/leemos a partir de lunes 19!