—
¡Corred, vamos, corred! —Gritó, libro en mano y
haciendo gestos a los allí presentes para que se pusieran a resguardo — Allí
parece que hay unas cuevas, ¡corred!
Lo cierto era que no hacía falta que les animaran mucho, el
estruendo del trueno había sido suficiente aliciente. Él, sin saber muy bien el
motivo, esperó a que todos estuvieran corriendo para situarse el último. Este
atisbo de heroicidad le pilló por sorpresa,
sin duda. Por eso trató de disimularlo, aun sin haber nadie prestándole
atención en ese momento.
Una vez dentro de la cueva, los murmullos se mezclaban con
llantos, por la situación, y con jadeos
por las carreras. Abrió el libro, aunque lo que de verdad tenía ganas era de
tirarlo a una papelera, o mejor aún
a una hoguera. Comenzó a leer.
Tengo que reconocerte
que a mí también me ha pillado por sorpresa. Pensaba que estábamos en otra línea
temporal…
¿En otra línea temporal? ¿Qué era esto, Star Trek? Cuando
leía cosas así no podía evitar imaginarse al que había escrito aquello (él,
según todos los indicios) encerrado
en algún manicomio.
…, lo siento por eso.
Supongo que el susto habrá sido morrocotudo.
No… Apenas un ligero sobresalto… Total, sólo parecía que el
cielo fuera a caer sobre sus cabezas…
Bien, después del
trueno… Deja que me centre… Estáis en las cuevas, perfecto, ya sé dónde
estamos, o mejor dicho cuándo. O mejor dicho…
—
Como digas otra vez en que línea temporal no
dudes que te tiro a la hoguera… —Sentenció al tiempo que le dirigió una mirada
al libro que no dejaba lugar a las dudas. Iba a hacerlo.
Los muchachos le miraban oscilando entre la admiración, la
incredulidad y la esperanza.
… Eh… Bueno… Eh… Ejem…
Lo mejor será que sigamos. Lo importante es que los tienes a todos reunidos y
atentos a tus movimientos. Diles lo siguiente:
—
Ya sé que no he estado muy hablador estos días,
lo importante era encontrar cobijo antes de… — Vaciló por un instante. No
pensaba decirles exactamente lo que había allí escrito. No podía. No a aquellas
almas cándidas— Bueno, de lo que quiera
que haya sido eso de ahí fuera.
No improvises. Tienen
derecho a saberlo.
—
Lo importante es que estamos a salvo.
¿A salvo? No te he
dicho que no improvi…
Cerró el libro.
—
Lo importante, decía, es que estamos a salvo y
todos juntos. Descansad un poco, a partir de mañana vienen unas jornadas duras.
El Libro y él intercambiaron miradas. No eran unas miradas cómplices, eran unas miradas tristes, pero que sabían que lo que había hecho él era lo mejor para el grupo, aunque ahora no lo viera así. Buscó un lugar donde descansar. Tenía claro que no iba a poder dormir. No después de lo que había leído.
Continúa aquí...