jueves, 18 de diciembre de 2014

Un Domingo Sangriento



Un domingo sangriento. Algo dentro de mí, me dice que hoy será un domingo sangriento. Bueno..., puede que ayude el hecho de que están en guerra las dos Familias más importantes de la ciudad..., y por qué no decirlo, del país. Una guerra cruel, como todas las guerras, en la que muchos morirán y otros muchos sobrevivirán, como en todas las guerras... Y lo más importante, yo quiero estar en el grupo de los que viven.

Joder, que tengo mujer y dos hijos, preciosos por cierto, Jamie y James... Vale, los nombres no son muy originales, lo reconozco, pero ellos son preciosos. La pequeña Jamie ya está dando sus primeros pasitos, y James ya empieza a leer..., con quince años, es más listo... Le ha salido al padre, dicen todos, lo cual me llena de... ¿orgullo? Sí, esa es la palabra, orgullo, que la oí el otro día en una película, en una situación similar... Bueno, en el caso de la película el niño, con quince años, había sacado dos carreras... Pero la palabra era orgullo, sí, y eso siento yo por mi hijo. Faltaría más.
Así que debo mantenerme con vida por ellos y, sobre todo, por mí, que le he tomado ya gusto a esto de vivir. Pero también tengo un deber que cumplir con la Familia. Ellos me han dado todo lo que tengo y me han hecho todo lo que soy, se lo debo. Pero aunque no se lo debiera lo haría igual... Por aquello de que me gusta estar vivo, más que nada. Y que conste que no es cobardía, es supervivencia, pura y dura.

Por eso estoy aquí, esperando a Tommy, que por cierto se está retrasando más de lo habitual en él. Tommy es el tipo más puntual que conozco. Es como la Muerte, nunca llega tarde ni pronto, llega en el momento justo... Claro, que él es la Muerte para muchas personas... Quizá por eso sea tan puntual, no lo sé, ni seré yo el que se lo pregunte. No señor. Le respeto mucho, porque se lo ha ganado. Un tipo que es capaz de conseguir que la policía dictaminara que el viejo Ricky Montana se había suicidado atropellándose él mismo con su propio coche, a mi me parece merecedor del mayor de los respetos. Aunque llegue tarde, como hoy.

No es que me moleste esperarle, ni se lo voy a reprochar tampoco. Nadie le reprocha nada a Tommy, ni siquiera sus víctimas, aunque ellas no suelen estar para muchos reproches cuando le conocen. Pero podría tener compasión de mí, o al menos lo más parecido que conozca a ése término el bueno de Tommy, que soy su amigo... Espero... Y llevo ya veinte minutos esperándole, en el día mas lluvioso del año, todo hay que decirlo. ¡Joder, que si consigo no palmar por una bala encontrada, lo haré de una pulmonía!

Le tiene que haber pasado algo, esto no es normal... Ah, no, mira, ahí viene el Cadillac Negro de Tommy. Pone el intermitente. Reduce. Se acerca a la calzada, baja la ventanilla. Ahí esta Tommy, en el asiento del copiloto... Con un... ¿Agujero en la cabeza? Eso no debe ser muy bueno para la salud. Mierda. Joder, detrás está Micky Torres. Coño, la cosa pinta mal. Muy mal. ¡Piensa algo rápido!

Bien, de cojones. Micky lo ha pensado más rápido. Y su bala ni te cuento. Pero no te pongas nervioso... Más nervioso, quiero decir. No pasa nada, sólo te ha dado en el hombro. Joder, quema como el Infierno... Supongo, claro, nunca he estado allí... Aún... Pero esto quema mucho, joder.

Dispara. ¡Dispara! Eso. Así. Muy bien. Has vaciado el cargador y no has matado a nadie. Eres un crack...

Bueno, al menos he conseguido que se fueran. Y sigo vivo, con el hombro ardiendo, pero vivo.

Ahora pírate, pero ya. Ya estás tardando.

La cosa está mal. Muy mal. Un domingo sangriento, ya lo dije. ¿Lo dije o no lo dije?

Lo dijiste, lo dijiste, pero vete ya. Antes de que lo del hombro vaya a peor.

¿Estoy hablando solo? Me da que sí. Bueno, hablando... Sólo en mi mente, pero ¿estoy manteniendo una conversación?

Joder, te han disparado. Desde el coche de Tommy, o de quién lo vaya a heredar. Normal que hables solo, ¿no?

Si tu lo dices...

Sí, lo digo yo. Y ahora ve a que te miren eso, que empieza a doler más de lo que me gustaría.

Vale. Veamos. Cerca de aquí hay un hospital. Supongo que allí podrán hacer algo.

¿Vas a ir andando?

No, si quieres conduzco con el hombro así, no te jode...

Sí, sí me jode, y mucho, así que ya puedes aligerar el paso.

La gente me mira como a un bicho raro. ¿Nunca han visto a un hombre herido o qué? No, supongo que no lo verán muy a menudo. Aún viviendo en una ciudad como esta, con dos Clanes como los que habitan en ella. Diría conviven, pero ya se encargan ellos de convivir lo menos posible. Bueno, me da igual, que no me miren, que me dejen en paz, que me da mucha vergüenza. No me gusta sentirme observado.

Me gusta observar, pero no ser observado. ¿Tiene lógica eso? Cualquiera sabe. Yo no, desde luego. Pero es lo que hay. Me gusta observar. Y si es a señoritas como las del escaparate de ahí... ¡Madre de Dios!...

Eso, tu blasfema ahora. En tu situación, lo mejor que puedes hacer es blasfemar. Anda que...

Pero... Pero... ¿Tu las has visto bien?

No. No las había visto bien... Mierda, ¡son las gemelas Materazzi! Estás jodido. Corre. ¡Corre!

Corro...

Hay ciertas cosas que uno debería saber sin necesidad de probarlo en sus propias carnes. Una de esas cosas, que yo hoy ya he probado siete veces en mis propias carnes, es: Las personas, por rápidas que sean, no corren más que las balas.
Si la sensación que me provocaba el primer disparo, el de Micky, era que quemaba como el Infierno, estos seis me hacen sentir como si ya me estuviera limpiando los pies en el felpudo a las puertas del Averno, atusándome un poco los cabellos y ajustándome la chaqueta para causar la mejor impresión posible al bueno de Satán.
No recuerdo haber caído al suelo, ni tan siquiera he notado dolor alguno por la que, a buen seguro, ha sido una costalada considerable. Seguramente sea porque tengo otras cosas más urgentes por las que preocuparme, siete en concreto, que hacen que un cabezazo contra el bordillo y sus posteriores efectos pasen al último lugar en mi lista de “cosas pendientes de consideración”.

Tampoco creo estar muerto, porque oigo voces, claro que nunca he estado muerto, no puedo saber si esto es habitual o no. El caso es que oigo bastante revuelo a mi alrededor y a alguien gritando:

     ¡Rápido, que alguien llame a una ambulancia! - a un oyente indeterminado, y: Tranquilo, te pondrás bien. - Con toda la seguridad y fe en el mensaje con la que se le pueden decir esas cuatro palabras a alguien que ha pasado de tener siete orificios a catorce, contra todo pronóstico y, lo que es más importante, contra su propia voluntad. Frase que, quiero creer, va dirigida a mí.

Yo creía que esas cosas sólo las decían en las películas, porque ¿con qué cara le dices eso a alguien que empieza a tener más sangre fuera que dentro del cuerpo? Supongo que lo más serio posible, aguantándote las ganas de reirte tanto como puedas. No sé. Y voy a seguir sin saberlo, porque no consigo enfocar lo suficiente como para verle la cara a la persona que está socorriendome. Ni siquiera soy capaz de darle las gracias, no tengo resuello suficiente. Bueno, ya se  las daré si tiene razón y salgo de esta. Aunque bien pensado, no se cómo le voy a dar las gracias si no consigo distinguir su rostro... Ya pensaré en algo, ahora debo concentrarme en mis problemas mas inmediatos, los que me han causado las gemelas Materazzi.

Las gemelas... La cosa va más en serio de lo que imaginaba si las han hecho venir a ellas. Pero, ¿por qué a mi? No soy tan importante como para que vengan ellas a por mi... Si han venido ellas a por mí, ¿a quién más habrán traído? Empiezo a estar muy asustado, mucho, quizá sería mejor no salir con vida, con pasar por esto una vez creo que tengo bastante.

Claro que, siempre podría huir de aquí. Coger a mi familia y marcharnos lo más lejos posible...

Lo más lejos posible... No se me ocurre ningún sitio lo suficientemente lejano como para que no me encuentren. Por desgracia llevo el tiempo suficiente en esto como para saber que no hay un sitio tan bueno como para que no te encuentren. Pueden tardar más o menos, dependiendo de lo ocupados que estén o de lo que les intereses, pero acaban encontrandote. No sería la primera vez. Yo mismo lo he hecho con gente que llevaba diez años creyendo habernos dado esquinazo. Es cuestión de tiempo, justo lo que yo ahora estoy desparramando en el suelo.

¡Eh! ¿Qué es esto? ¿Una fiesta de cumpleaños? Está mi madre, mi hermana... ¿Yo? ¡Es una de mis fiestas de cumpleaños! ¿Qué está pasando? No será verdad que te pasa tu vida por delante cuando estás a punto de palmar... ¿no? Un momento, un momento, está cambiando la escena. Anda, si también sale mi perrito, Fox, un Alsaciano, que bonito era. Pero de eso hace mucho, yo tendría unos ocho años...

No puede ser verdad, esto no está pasando, yo no quiero ver la película de mi vida, yo no quiero morir y ver la luz al final del túnel, ¡no quiero ni ver la luz a la entrada del túnel! ¿Dónde está la jodida ambulancia? ¿No se puede dar más prisa?

No te alteres, ¡no te alteres! Bien, genial, ¿ves lo que has conseguido? O mejor dicho, ¿ves lo que no has conseguido? Ni toser con normalidad puedes, y tu vas y te pones de los nervios...

Yo que se, me he agobiado, no es culpa mía. Y sí he tosido, o al menos lo he intentado con todas mi fuerzas... Pero me he atragantado con algo, como cuando estás bebiendo, pues igual.

De puta madre, ¿sabes qué es eso? Tu sangre, imbécil, tu sangre. No, está muy bien, se te están encharcando los pulmones y tu malgastando tus fuerzas en memeces... Muy inteligente por tu parte, si señor.

Tío, déjame vivir... Al menos lo poco que me quede, déjame en paz.

No, si yo te dejo, eres tu el que no para de imaginar cosas y atacarse de los nervios. Yo estoy la mar de tranquilo.

Si, como si te hubieras muerto doce veces ya, no te jode... Bueno, ¿por dónde iba? Mierda, ya he perdido el hilo. Y justo en lo más interesante. Acaba de salir Fox y ahora ya salgo yo con unos dieciséis años, mmmm... Hay algo que no cuadra, ¿tan rápido ha pasado la película esta? ¿Ves? Si no me hubieras interrumpido... Ahora me he perdido ocho años de mi vida, cago en...

Pero cómo puedes ser tan tonto...

Sí, insultame, pero por tu culpa me lo he perdido, te odio...

Madre mía... ¿Me odias? ¿Sabes con quién estás hablando? ¿Te has parado a pensarlo?

Pues... ya sabes, contigo... es decir... Ah...

Muy bien, muy bien, ves como cuando te pones...

Da igual, me has jodido mi película.

Pero vamos a ver. Que yo no he sido, tontaina, que esa parte no la recuerdas ni medio muerto, ni vivo. Que cuando murió Fox tuviste un... no se qué traumático, dijo el loquero, y por eso no recuerdas esa parte de tu vida... Nuestra vida.

Ah, es verdad, cierto, no lo recordaba.

Sí, eso ya lo he dicho yo.

¡Cállate!

Eh, no la pagues conmigo ahora, que yo no tengo culpa de nada de esto.
Eso habría que verlo. ¿Quién me metió en la Familia? ¿Eh?
Di Marco, ¿tampoco recuerdas eso?

Si, bueno... no me refería a eso, y lo sabes. Me refiero a que en la familia, en la nuestra, ya sabes, papá, mamá..., ya sabes... Nunca hemos tenido a nadie en el oficio. Era una familia respetable, de clase media baja, pero respetable. Papá con sus maderas, clavos y todas esas cosas de los carpinteros. Mamá ocupándose de nosotros, de la casa y trabajando como un esclava para que no nos faltara de nada. ¿Y los abuelos? Ellos tampoco...

Ya sé, ya sé. Soy tu, ¿recuerdas? No hace falta que me repases el árbol genealógico.

Ya, pero a dónde yo quiero llegar...

También sé a dónde quieres llegar. Está bien, lo admito, entramos en la Familia por mi culpa, pero no te he oí lamentarte cuando comprabas el deportivo, o cuando nos mudamos a ese barrio con tanto glamour.

¡Porque entonces no estaba a punto de palmar!

Ah, y ahora quieres redimirte de tus pecados, es eso, ¿no? A lo mejor deberías decir que llamaran a un sacerdote en lugar de a una ambulancia. Que, por cierto, ¿no está tardando demasiado?

¡No me cambies de tema! Ya sabes lo que me jode eso... Ahora que lo dices, sí que tarda, sí... Pero no me cambies de tema. Con lo feliz que podía ser ahora. Montando estanterías, arreglando puertas, mesas...
Sin un deportivo, sin casa en las afueras...
Sin siete agujeros sangrantes en el cuerpo...
Con más deudas de las que podrías pagar viviendo tres vidas...
Pero al menos estaría vivo.

Aún lo estás.

Si, bueno, ya sabes lo que quiero decir. Mi máxima preocupación sería no martillearme un dedo, en lugar de estar pendiente de si tras una esquina hay algún cabrón con una automática y ganas de renovar el cargador. ¿Hace frío o sólo tengo yo?

Bueno, debe hacerlo y debes tenerlo. Sigue lloviendo, estás empapado, perdiendo sangre. Es normal que tengas frío...

Oye, se te ve muy sereno a ti.

Alguien tiene que estarlo. Mira, ya se oye la sirena de la ambulancia.

Ya era hora...

     Abran paso, abran paso. - Debe ser el de la ambulancia éste.- Joder, otro más, ¿cuántos llevamos ya?
     Con éste veinte.
     Veinte, ¿eh? Un domingo sangriento...

Sí, eso ya lo dije yo. ¿Lo dije o no lo...

     Se nos va, ¡se nos va! ¡Rápido! Aguanta. Aguanta un poco más. ¡Se nos va!

... dije...?



domingo, 14 de diciembre de 2014

#TeRoboUnaFrase (VI): Siempre Nos Quedará París

Para todos los que estéis interesados en jugar en el mes de enero, podéis encontrar la frase con la que participaremos al final del texto, así como la fecha y unas cuantas frases para que votéis por la que más os guste para febrero.
Os recuerdo que podéis dejar propuestas de frases en los comentarios. También voy a copiar el código de InLinkz al final de mi entrada por si a alguien le da algún problema.
 La frase con la que jugamos esta vez es la siguiente:

Convirtió en garra la mano derecha y con ella trató de rasguñarme la cara con sus afiladas uñas. Tenía los dientes apretados y regañaba como un perro furioso. La agarré de la muñeca. —De Dashiell Hammett  sacada de su novela: El hombre delgado



     Tenemos información contrastada sobre nuestro objetivo. —Dije con voz neutra.
     Tú dirás, Amanda. —Contestó Regina Palmer, mi jefa directa dentro de la Agencia.
     Sabemos que va a cerrar una compra de armamento dentro de dos días en Lyon.
     ¿Sabemos a quién?
     A mí.

Me miró sin sorpresa alguna en su rostro. Si por algo era conocida en la Agencia era por mi ir siempre dos pasos por delante de todo el mundo. Incluidos mis jefes.

     ¿Quiero saber cómo lo has conseguido?
     No es necesario que lo sepas Regina.

Asintió sin ninguna expresión en particular en su rostro. Esto era muy habitual en nuestro sector. Cuando pasas años infiltrado en las líneas enemigas es la primera lección que debes aprender, a tener cara de nada.

Llevábamos unos meses tras la pista de Lorraine Duff, una de las mayores traficantes de armas, además de jefa de La Resistencia, uno de los grupos terroristas más activos de occidente. Por lo tanto era objetivo doble para la Agencia. Y por ello era doble la presteza y la cautela con la que nos debíamos mover.

Lo primero que hicimos fue detener a su proveedor habitual, Chris Cameron. Un ex federal que había abandonado su trabajo tras una de sus misiones en oriente medio. Allí había hecho muchos contactos y, mitad por motivos morales, mitad por motivos económicos, decidió pasarse al sector privado.

     Hola Chris. —Fue el escueto saludo de Marvin Jackson, su excompañero de fatigas.
     Marvin, ¿qué ocurre? —Dijo con cierta angustia.
     Sabes muy bien lo que ocurre. No te hagas el tonto. Llevamos tiempo tras tus pasos.
     No sé de qué me hablas. —Intentó seguir con ese discurso. Yo lo observaba todo al otro lado del espejo.
     Lo que no entiendo, Chris, es cómo eres capaz de vender tus mierdas a gente que atenta contra tu país. Contra los que en algún momento hemos sido compañeros tuyos. —Dijo Marvin con cierta tristeza.
     Marv… Me conoces… Sabes que yo…
     ¡Ya está bien! ¡Te tenemos grabado! Tanto en audio como en vídeo. Vendiendo armas y quién sabe si secretos a grupos terroristas, como La Resistencia.
Chris no dijo nada. Su cara cambió, ya no fingía sorpresa. Sabía que si Marvin hacía ese tipo de acusaciones era porque las tenía bien atadas, nunca iba de farol.

     ¿Qué me ofreces? —Dijo por fin.
     Si por mí fuera no te ofrecería nada. Pero no es así, por desgracia. Necesitamos que recomiendes a alguien a Lorraine Duff.
     ¿Estás loco?
     No. Dile que te han detenido y que no puedes seguir haciendo negocios con ella.
     Si hago eso sabrá que es una trampa. No se llega a su posición siendo tonta o confiada.
     ¿Qué propones?
     Puedo decirle que voy a estar un tiempo fuera de servicio porque me temo que puedo estar quemado, que creo que os tengo pisándome los talones y que no quiero que ella se vea involucrada.
     ¿Y cómo le cuelas el nombre que nosotros queremos?
     Tiene que ser ella la que me pida algún sustituto.
     Es mucho riesgo, Chris. Ella puede tener algún nombre ya en la reserva.
     Depende lo que le queráis vender.

El agente Jackson asintió. No todo el mundo podía tener en venta según qué productos.  Teníamos que ofrecerle armamento pesado. Misiles en concreto. Si le ofrecíamos algo con lo que pudiera atentar contra, casi, cualquier objetivo podría ser que mordiera el anzuelo.

Y funcionó. Pocos días después recibí una llamada.

     ¿La señora Amanda Michaels? —Era una voz masculina.
     Señorita… —Contesté yo con desgana.
     Buenas tardes, señorita Michaels. Soy Brett Griffith, le llamo de parte de Lorraine Duff.
     ¿No sabe llamar ella sola? —Pregunté manteniendo la desgana.
     Quería saber si podían verse en persona, para conocerse y saber así si podrían hacer negocios entre las dos. —Dijo, haciendo caso omiso de mi impertinencia.
     ¿Quiere conocerme en persona?
     Así es…
     Pero no es capaz de llamarme ella en persona…

Esto pareció desconcertar al tal Brett. Hubo unos instantes de silencio.

     Buenas tardes, señorita Michaels. —Ahora era una voz femenina la que me hablaba— Soy Lorraine Duff, disculpe la falta de tacto de mi empleado.
     Buenas tardes. —Me limité a decir.
     Me han hablado muy bien de usted y quería comprobar en primera persona si es tal y como dicen.
     Seguramente no lo seré.
     Nadie lo es, ¿verdad? —Dijo entre risas.
     Cierto. —Seguía siendo escueta en mis contestaciones.
     ¿Me hará el favor de cenar conmigo entonces?
     Sigo la recomendación que me hizo mi madre de pequeña y no suelo quedar con desconocidos.
     Bueno, tenemos un amigo en común. —Seguía riendo— Chris Cameron. Él ha sido el que me ha hablado de usted.
     ¿Puede llamarme en unos minutos? Tengo que comprobar que lo que dice es cierto.
     ¿No es usted muy desconfiada?
     Debo serlo si quiero seguir en este negocio. —Hubo un silencio que yo interpreté como una manera de asentir a mis palabras.
     De acuerdo, la llamaré en media hora, ¿le parece bien?
     Me parece bien.

Con una puntualidad británica recibí noticias de ella pasados los treinta minutos. Acordamos vernos en París, una semana después. Al parecer las dos teníamos asuntos que resolver en la capital francesa.

Nos citamos en el Epicure, un restaurante bastante lujoso, con una decoración demasiado recargada para mi gusto y que hacía presagiar que los precios no iban a ser bajos. Cuando llegué pregunté por la mesa de la Sra. Duff y un tipo bastante estirado, que sería el maître del local me acompañó hasta ella.

Le ofrecí mi mano a modo de saludo y ella me plantó dos besos, uno por mejilla.

     Pensaba que sería mayor. —Dijo ella mientras me invitaba a sentarme con un gesto.
     Yo también pensaba lo mismo. —Contesté con una sonrisa que ella me devolvió.
     Aun así soy mayor que usted, señorita Michaels.
     Llámeme Amanda.
     Solo si tú me llamas Lorraine y comenzamos a tutearnos.
     Me parece bien. —Volví a sonreír al tiempo que me apartaba un mechón de la cara.

Pasamos la velada hablando de nuestras vidas. Yo de la de mi personaje y ella de la suya propia. Conocía suficientes detalles de la suya como para saber que no estaba mintiéndome. Yo le hablé de mi infancia en Dakota del Norte. De mis estudios de arte en la Escuela de Diseño de Rhode Island. Y de cómo me vi metida en el negocio de las armas, después de haber pasado años traficando con obras de arte robadas. Ella me habló de su Oklahoma natal. De cómo no había podido estudiar por razones económicas, pero que había aprendido mucho de la (manida) Universidad de la Calle. Mientras repasábamos nuestras andanzas fueron cayendo un par de botellas de vino blanco. Debía ser bueno, porque hasta yo notaba que era bueno. En la sobremesa ella pidió coñac y yo bourbon. Continuamos con las risas y las batallitas un buen rato. A eso de las once decidimos marcharnos de allí.

     ¿Te apetece tomarte la última en mi hotel? —Preguntó ella con cierto rubor.
     Me encantaría… —Contesté yo con voz tímida.

Su chófer nos llevó hasta Le Bristol. Un hotel igual de lujoso que el restaurante, con el que compartía también el gusto por la decoración recargada. Una vez en la suite me ofreció otro bourbon y ella se sirvió otro coñac. No fue hasta la tercera ronda que lancé mi ataque. Me acerque a ella, le aparté un mechón moreno de su rostro y la besé. Ella pareció sorprenderse al principio, pero me devolvió el beso con cierta ansia.

Los besos nos llevaron hasta el dormitorio, al tiempo que nuestras ropas iban dejando un reguero por toda la suite. La temperatura de ambas subía exponencialmente, así como la excitación. Empezaba a quedar claro algo que yo ya conocía: que a ella le gustaba el sexo duro. Tanto era así que convirtió en garra la mano derecha y con ella trató de rasguñarme la cara con sus afiladas uñas. Tenía los dientes apretados y regañaba como un perro furioso. La agarré de la muñeca y la tiré sobre la cama de un empujón. Puse mi cuerpo desnudo sobre el de ella. Y comencé a recorrer todo su cuerpo con mis labios y mi lengua, al tiempo que la iba azotando. Ella gemía y gritaba, clamando a dios y rogándome a mí que no parara. Hicimos el amor como si no hubiera un mañana. Nos desfogamos varias veces antes de darnos una buena ducha las dos juntas, para volver a desfogarnos otras tantas veces antes del alba.

     ¿Te he dado una buena impresión? —Pregunté entre besos.
     La mejor de todas. —En su rostro había felicidad. No diré que se había enamorado de mí, por no sonar presuntuosa, pero algo había provocado en ella.

Nos vimos durante toda la semana que ella estuvo en París. Y retozamos como locas todas y cada una de las noches.

     ¿Me llamarás? —Pregunté mientras acariciaba su cabello— Aparte de los negocios, me refiero.
     Qué tonta eres… Claro que sí… —Contestó ella besándome.
     Bueno, y si no lo haces, siempre nos quedará París… —Dije en un tono tan cursi que casi me dieron arcadas.

Nos volvimos a ver en Praga y en Munich, con la misma fogosidad. Yo le dije que debía volver a Chicago para un asunto familiar, pero que confiaba en poder hacer negocios, por fin, con ella a mi vuelta a Europa.

Y en esas estábamos, en Lyon, a punto de cerrar la compra venta de doce misiles cuando sonaron unas sirenas. Ambas pusimos cara de sorpresa, como diciéndonos con la mirada: ¿has sido tú? Tratamos de huir, tanto nosotras como nuestros séquitos. Pero era inútil. La zona estaba completamente rodeada.

Nos esposaron, a mi tenían que detenerme también para no reventar mi verdadera identidad,  y nos metieron a cada una en un coche distinto. Pude leer en sus labios: siempre nos quedará París. Casi me dio pena. Su coche fue hasta un avión privado que la iba a llevar a una penitenciaria de máxima seguridad, a la espera de juicio. El mío me llevó a un avión privado con rumbo a Washington DC. Allí me esperaba un coche para llevarme a Langley.

Una vez allí me recibieron con aplausos. Les gustaba mucho el cachondeo a mis compañeros, aunque sus palabras de felicitación sonaban sinceras.

     Buen trabajo, Amanda. —Fue el escueto recibimiento de Regina, mi superior.
     Gracias jefa.
     Espero que no hayas deshecho la maleta, mañana sales para El Cairo.

Me limité a sonreír sin más. Ya estaba acostumbrada a que mi vida fuera así.


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La próxima entrega será desde las 0:00 del lunes 19de enero hasta las 23:59 del viernes 23. La frase que os propongo es la siguiente: Nadie respondió. El viento suspiraba entre los árboles, haciéndoles emitir susurros misteriosos. A la sombra oscilante de los olmos que se alzaban del otro lado del muro podía ver la lápida de Hubert Marsten. —De Stephen King, sacada de la novela: El misterio de Salem’s Lot. 


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Estas son las frases que os propongo para que votéis: 

1ª—Cuando llegamos a la planta baja me dije que era el momento de intentar escaparme. En el sótano sería demasiado tarde. —Cornell Woolrich —Del relato: A través del ojo de un muerto.


2ª—Nos situamos ante la puerta negra, que se abrió sola, lentamente, con un algo casi amenazador. Más allá, un estrecho pasillo se adentraba en la casa. Las paredes de ladrillos de cristal irradiaban luz.—De Raymond Chandler, sacado de la novela: Adiós, muñeca.

3ª—La dama alzó los ojos sorprendida, y al verle, se mostró más sorprendida aún. Él le envió un beso con los extremos de los dedos. La dama sonrió con los extremos de los labios. Los extremos se tocan… Y Valdivia, que no ignoraba esto, descorrió la puerta y entró. —De Enrique Jardiel Poncela, de su novela:  Pero… ¿hubo alguna vez once mil vírgenes?
 

4ª— ¡Creíamos que estabas muerto!
Hubo de admitir que no se trataba de una frase demasiado buena. Si pones a alguien sobre una losa y lo rodeas de velas y lirios, no es porque crees que tiene una leve jaqueca y necesita echarse media horita. —Terry Pratchett —El Segador



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