miércoles, 11 de diciembre de 2013

Caso nº 1798/02 (Episodio 1)



Después de diez años trabajando para los federales uno debería estar acostumbrado a todo, o al menos a casi todo. Diez años dan para ver muchas cosas, para conocer a mucha gente y muchos lugares. Uno se va creando un mundo paralelo, entre su trabajo y su vida privada, procurando que según qué cosas no le afecten demasiado. Pues aún así no me acostumbro a viajar al sur del país. 

No es que sea un lugar feo, al contrario, es mucho más bonito que el norte, pero me siento incomodo allí. Fuera de lugar, como extranjero en mi propio país. Y eso hablando de grandes ciudades, en los pueblos es peor. Cuando he estado en pueblos del sur he sentido las miradas de algunos lugareños, miradas acusadoras. Sólo les ha faltado esconder a las mujeres y los niños.

Pero mi trabajo tiene esas cosas. Cuando se nos solicita, o los que mandan lo creen oportuno, debemos acudir a dónde sea a cumplir con nuestro cometido, o al menos a intentarlo.


Y en esas estamos desde hace unos meses. En el sur intentando cumplir con nuestro trabajo todo lo bien que sabemos. Hablo en plural porque nos han enviado al agente especial Robbins y a mi, el agente especial Scott. Ni que decir tiene que la alegría nos desbordó a ambos nada más encomendarnos el caso.


- ¿Dónde dices que nos envían? - le pregunté a mi compañero de fatigas.
- A un lugar llamado Ashtown. - fue su parsimoniosa contestación.
- Dime que no está en el sur...
- Como quieras, pero no me gusta crear falsas ilusiones a la gente.
- Genial, está de puta madre. Un pueblo del sur..., ¿y qué les pasa ahora?
- Tienes el informe encima de tu mesa.
- Te veo eufórico a ti también.
- Sí, me gusta la idea tanto como a ti, ya lo sabes.

En realidad Tom, el agente especial Robbins, no es lo que se puede llamar un torbellino. Al contrario, a su lado los caracoles parecen unos histéricos. De todos modos es una cualidad que agradezco en un compañero, su frialdad suele ser de gran ayuda en muchas ocasiones. 

- ¿No me vas a adelantar nada?
- No, para eso nos dan un informe a cada uno, ¿no?


Sin embargo su cinismo sí me ha sacado de mis casillas alguna vez, cosa que a él le encanta, por cierto.


- Gracias.
- De nada, un placer, ya lo sabes. Sí te diré que salimos mañana a primera hora. Entendiendo por primera hora las siete de la mañana...
- Joder, sólo me dormí una vez, no es para que me lo restriegues cada dos por tres.
- Bueno, ya es una vez más de las que me ha pasado a mí. Y oye, a mí no me molestó, fue al jefe al que no le hizo ninguna gracia que el mismísimo presidente tuviera que retrasar sus cosas porque “alguien” no se acordó de poner el despertador.


Ésta era una de esas veces.


- Déjalo ya, ¿quieres?
- Vale, ya lo dejo. Hasta mañana. A las siete, no te olvides.
- Que te den.


Continúa aquí.

1 comentario: