martes, 17 de diciembre de 2013

Caso nº 1798/02 (Episodio 4): Un Atolladero

En episodios anteriores... (1), (2), (3).


Después de una semana no habíamos conseguido pasar del aparente suicidio. No dábamos con nada que indicara lo contrario, salvo las reticencias del jefe y de los lugareños que interrogamos. No había un nexo, quitando el hecho de los suicidios en sí.

Las víctimas eran de distinta edad, distinta clase social, distinto sexo... Por mucho que buscábamos no encontrábamos un patrón. Podía no haberlo, claro, podía haber sido una casualidad. Quizá el primer suicidio fue la espoleta de algo que el resto tuviera aletargado y le explotó en la cara a la policía de aquí.

Era una posibilidad. Con las pruebas era la única posibilidad. Por mucho que nos costara aceptarlo estábamos en un atolladero.

Un atolladero que amplió su campo de acción.

- Te vas a reír. - Dijo Tom entrando al despacho que nos había facilitado el jefe de la policía de Ashtown.
- No me vendría mal, pero permíteme que lo dude. - Contesté yo, sin levantar la vista de unos informes que me sabía de memoria y que me llevaban siempre a la misma conclusión. - Prueba de todos modos.
- Me han llamado de la Oficina, nos mudamos.
- ¿Volvemos a casa?
- Eso sería genial, ¿verdad?

Por un momento llegué a ilusionarme con la vuelta a casa, incluso conociendo a Tom y sabiendo cuánto le gusta jugar conmigo. Pero eran tantas las ganas de salir de allí, que me dejé engañar una vez más, hasta que él rompió el hechizo.

- Tranquilo, volveremos, pero no todavía.
- Me das asco, Tom, ¿lo sabías?
- Sí.
- Bueno, ¿qué quieren los de la Oficina entonces? Dispara ya.
- Tenemos cinco suicidios aparentes más.
- No me ha dicho nada el jefe.
- Puede que sea porque no han sido aquí. De ahí que haya dicho que nos mudamos...
- Ah, cierto, es que sólo te escucho las frases impares.
- Así te va...
- No creo que me fuera mejor escuchando todas tus sandeces.
- Je, qué gracioso, ¿te desayunaste un payaso? Mira, dejemos las riñas matrimoniales para el viaje. Nos vamos.
- ¿Ya?
- No hombre, cuando a ti te venga bien. Total, las víctimas ya no tienen prisa tampoco... Pues claro que ya tío, ¿qué pasa, te has encariñado con el pueblo?
- Un día te atragantaras con tus sarcasmos y yo estaré allí para reírme.
- Sí, pero mientras tanto yo me lo paso en grande. Venga, recoge y vámonos.
- ¿No me adelantas nada más?
- Nos vamos a otro pueblo.
- No sé porque eso ya lo intuía.
- ¿Entonces para qué preguntas?
- Tom...
- Está bien, nos vamos a un pueblo de aquí cerca. Uno de esos con un nombre de los que nunca me acuerdo.
- Vamos bien entonces.
- Lo tengo apuntado, si te sirve de consuelo. Está a unas ochenta millas de aquí, dirección sur.
- ¿Más al sur aún? ¿No pueden enviar a otros? Yo me quiero ir a casa...
- No me seas crío, John, nos pagan por cosas así.
- Deja de hacer de pelota de la empresa, ¿quieres?
- Vale, pero vámonos ya, nos están esperando. Te sigo contando en el coche.
- Odio este trabajo...



Continúa aquí...


1 comentario: